17 junio 2013

La privacidad se vuelve un concepto obsoleto en la era de la Internet

Es una época mala para ser paranoico. Edward Snowden, un genio de 29 años, flaquito y con cara de bueno, dejó plantada a su novia bailarina para revelar algo que ya se sospechaba: el mundo es cada vez más chiquito y el Gobierno de EEUU tiene un programa con el cual vigila a todos sus ciudadanos. Ahora, en lugar de una luna de miel en Hawai, Snowden se oculta de los servicios de seguridad en Hong Kong y no parece tener más futuro que Bradley Manning, el soldado que filtró los cables diplomáticos de EEUU a WikiLeaks y que ahora se enfrenta a una condena de 154 años de cárcel.
La pregunta que quedó en el aire es ¿alguien más puede hacerlo?, por ejemplo, ¿el Gobierno de Bolivia podría interceptar teléfonos y ver lo que sus ciudadanos hacen en Internet? La respuesta de Karen Saavedra, experta en redes sociales, fue un rotundo “Sí, pero no hay indicios de que lo haga”. ¿En serio?

¿Nos espían?
Es un hombre flaco, de lentes -un nerd- y está sentado en el rincón más discreto de una cafetería céntrica. Antes de terminar su desayuno se describirá a sí mismo como alguien versado en análisis de conducta por flujo de llamadas. No necesita muchas credenciales. La noche anterior le ha demostrado a su entrevistador que, en menos de media hora, es capaz de enterarse del segundo nombre que nunca usa o de su dirección exacta. Antes de que termine la charla también le hará saber que leyó sus chat en Facebook y su declaración de impuestos.
Dice que en Bolivia hay espionaje, que siempre lo ha habido y que este Gobierno no es la excepción. El flaco lo justifica. Cree que todo Estado, desde el Vaticano hasta Suiza, están en la obligación de ejercer cierto trabajo de Inteligencia sobre sus ciudadanos. “Si en el Vaticano no hubiera espionaje, ¿cómo cree que Francisco se enteró del lobby gay que denunció?”, pregunta.

1984 es el título de la novela de George Orwell en la que describe una sociedad totalitaria gobernada por un solo partido y con un Gran Hermano omnipresente. Es también el año del pinchazo político más antiguo que se ha documentado en Bolivia. “Lo denunció el presidente Hernán Siles Zuazo luego de una intentona de golpe en su contra, recuerda Willan Herrera”, exfiscal de Distrito de Santa Cruz.

Él también admite que hay espionaje telefónico en Bolivia y que es una herramienta bastante utilizada por la Policía para resolver crímenes, pese a que es absolutamente ilegal. En su opinión, debe legalizarse y tramitarse igual que un allanamiento de domicilio.
Saavedra recuerda que Marino Diodato, el italiano que fue acusado de asesinar con una bomba a la fiscal Mónica von Borries, fue apresado por pinchar teléfonos de políticos y de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico. Eso fue en 1999, pero también hay ejemplos recientes. Marcela Revollo, diputada de MSM, denunció por espionaje al Gobierno, ya que, según cree, utilizaron una especie de micrófono a distancia para escuchar sus conversaciones en la oficina. Dice que presentó una demanda, que el fiscal asignado al caso olvidó, pero que algunos exfuncionarios presos en Palmasola han reconocido que fue espiada por orden expresa del ministro de Gobierno. Hay otra fuente que trabajó en el Gobierno que dice que esos equipos existen y que se les dio mal uso. Cuenta que un exministro lo utilizó para espiar a su novia y que exfuncionarios de rango menor se valieron de los aparatos para extorsionar a trabajadoras sexuales de un conocido boliche paceño. De esto, asegura, hubo una denuncia, pero que un fiscal amigo de estos exfuncionarios la hizo desaparecer.
Hubo casos más públicos de sospecha de escuchas telefónicas. Uno de ellos fue la denuncia de supuestas llamadas entre la embajada de Estados Unidos y el dirigente de Conamaq Rafael Quispe durante la octava marcha indígena. Fue en agosto de 2011 y nueve meses después llegó otro caso. Durante la última huelga policial, el ministro de Gobierno, Carlos Romero, denunció que había un plan golpista urdido por expolicías y políticos. Aseguró que se había interceptado comunicación, pero negó que haya sido un pinchazo telefónico.

No hay límites
Si hay algo en lo que están de acuerdo los que saben de computadoras, es que el término “seguridad informática” es ficción.
Julio Solano es catedrático en la Upsa y explica que en Bolivia no hay legislación sobre ciberseguridad. Revela que hay bancos que han sufrido por este tema. Cuando dice ‘sufrido’, en realidad se refiere a ‘perdido dinero’.
Lo dice más claro un exalumno suyo que ahora escribe programas para una empresa extranjera: “No hay límites. El límite en Internet se lo pone uno”. Asegura que conoce a algunos buenos ‘tecladistas’ que trabajan para el Gobierno y, cuando se le consulta qué hacen, responde con otra pregunta: “¿hackear?”.
El flaco experto en informática forense añade que la idea de espionaje que teníamos de la guerra fría murió con las nuevas tecnologías. Ahora se puede hackear cualquier celular con tecnología bluetooth. El intruso puede encender el micrófono del celular para escuchar una conversación o simplemente apoderarse de la libreta de contactos y archivos del aparato. Se ríe con una especie de lástima por la ignorancia cuando se le pregunta si es posible darse cuenta de que un teléfono está intervenido. Responde que no esperen un eco, que la voz es un archivo y que la grabación es un proceso equivalente a copiar un archivo de texto de una carpeta a otra.
Dice que hay equipos chinos para este tipo de trabajo que se consiguen por unos $us 6.000, pero son muy restringidos por calidad y distancia. Los mejores son unos equipos israelíes que cuestan alrededor de $us 350.000 que vienen programados con el código de país. No vaya presuroso a hacer su pedido, solo se lo venden a Gobiernos. Con esa tecnología, ‘a veces’ ni las telefónicas se enteran de la intercepción de un número.

Mundo virtual
Con la vida 2.0 pasa más o menos lo mismo. Señala que alguien con los conocimientos necesarios obtendrá la información que busca. Pese a que las computadoras y programas son cada vez más complejos en busca de seguridad, también lo son los conocimientos de hackers. Además, siempre habrá el ‘factor humano’. “Si usted quiere apoderarse de la información de una empresa, solo tiene que ir a la sede y dejar olvidado un flash memory. Alguien lo alzará y lo conectará a una computadora y usted podrá comenzar a trabajar. Si no puede entrar físicamente en la empresa, puede enviar mails con troyanos (virus). Siempre habrá alguien que los abra”.
La paranoia no ayuda demasiado. Aunque uno decida no utilizar redes sociales, correos electrónicos o teléfonos celulares, un buen agente de Inteligencia sabrá cómo obtener la información. “Uno tiene esposa, hijos, hermanos, vecinos que de todas forman dejan huellas informáticas sobre sus actividades”, advierte el experto.
Entonces, ¿qué nos queda?
Solo delo por hecho y siga con su vida

Hasta la constitución se contradice con los pinchazos
La nueva Constitución Política del Estado es ‘bipolar’ en lo que respecta a dejar o prohibir los pinchazos telefónicos. Así lo deja al descubierto el abogado y exfiscal Willan Herrera, que considera que se debe de una vez por todas regular este tema, porque de todas formas es una herramienta por demás utilizada para la investigación criminal.
Por un lado, en el inciso I del artículo 25, la nueva CPE dice: “Toda persona tiene derecho a la inviolabilidad de su domicilio y al secreto de las comunicaciones privadas en todas sus formas, salvo autorización judicial”.
Sin embargo, en el mismo artículo pero en el inciso III dice: “Ni la autoridad pública, ni persona u organismo alguno podrán interceptar conversaciones o comunicaciones privadas mediante instalación que las controle o centralice”.
Según Herrera, esto implica que el primer inciso deja la posibilidad a que una autoridad jurisdiccional (un juez) permita la intervención telefónica, pero el inciso tercero lo prohíbe. En su opinión, esto debería ser resuelto a través del Tribunal Constitucional Plurinacional.

¿QUIÉN ESPÍA?

Los nuevos supervillanos en medio de una guerra digital

Los músculos se vuelven obsoletos
La gran potencia mundial fue desnudada por dos nerds. Bradley Manning, un soldado con ciertos problemas sicológicos, y Edward Snowden, un joven que se creyó los derechos ciudadanos, quienes pusieron en evidencia a EEUU.

Las empresas también hacen espionaje
Un experto asegura que no hay un solo contrato entre empresa boliviana y extranjera que no incluya un proceso de espionaje. También las locales viven atentas a lo que hace su competencia y tratan de anticiparlas.

No publiques la información que no quieres que se conozca
Eliana Quiroz | Experta en derechos digitales
Hay que entender que la información que uno publica en Internet, por ejemplo en redes sociales, es pública. Por tanto, fácilmente accesible prácticamente por cualquiera. Otro tema es que lo que se escribe en un correo electrónico personal tiene carácter privado pero con algo de trabajo puede ser accedido. Eso no es legal, aunque hay que mencionar que sí es legal si se trata de un correo electrónico laboral.
Como usuarios nos tenemos que dar cuenta de esto y si no quieres que alguna información se conozca, no la publiques en ningún espacio de Internet.
A la pregunta de si el Gobierno ha utilizado estas prácticas para acceder a información de usuarios de Internet, es claro que sí puede hacerlo, tal como lo puede hacer cualquiera. En todo caso, me preocupan más las empresas como Facebook o Youtube, por dar un par de ejemplos, que obtienen el permiso escrito de los usuarios para incluso vender su información. Sin embargo, cada vez más los gobiernos realizan lo que se denomina vigilancia en Internet, como lo mencioan Google acerca de los reportes de transparencia que publica semestralmente.
¿Qué pueden hacer los usuarios de Internet? Cosas básicas como leer los términos de uso de los servicios, o incluso decidir no abrir cuenta en las redes sociales y otros servicios web.
También enterarse de formas de navegación anónimas o que preservan la privacidad de los usuarios como el navegador Tor y formas de ocultar IP. El anonimato en Internet es uno de los temas más calientes de debate entre activistas, gobiernos y empresas de servicio. Unos la defienden y otros dicen que no es legal

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