28 junio 2013

La dependencia de las nuevas tecnologías, una enfermedad que puede curarse



Cuando no se puede pasar más de tres minutos sin consultar febrilmente el celular en espera de un nuevo mensaje, mail, sms o tuit, el estrés digital amenaza: la dependencia de las nuevas tecnología existe, pero están desarrollándose terapias para combatirlas, desde el empapelado de pared anti-wifi hasta las vacaciones 100% "off-line".

"La gente se mantiene conectada sin cesar, en todas partes y en todas las posiciones, en la cama, en los restaurantes o en las salas de espera", señala Remy Oudghiri, director del instituto francés de encuestas Ipsos y autor de un libro sobre la "e-dependencia".

Las pantallas han colonizado nuestra vida. En Estados Unidos, cerca de la mitad de los adultos tienen un smartphone y más de un tercio una tableta digital.

"Ese surgimiento de infinitas posibilidades de conexión lleva al usuario, después de un periodo inicial de entusiasmo, a reflexionar sobre la manera de disfrutar de la vida aprovechando al mismo tiempo su capacidad de conexión. La cuestión es cómo evitar la dependencia", agrega Oudghiri.

Científicos franceses han creado un empapelado de pared especial que bloquea las ondas wifi y la firma Ahlstrom se plantea comercializarlo el año que viene.

La empresa considera que ese producto tiene un gran interés, sobre todo para las instituciones de enseñanza, ya que puede impedir que los alumnos estén pendientes de su celular durante los cursos.

Según una encuesta de Ispos, cerca de un tercio de los franceses sienten la necesidad de conectarse y el fenómeno es comparable en otros países.

En 2006, Ipsos ya había señalado que en Francia, el 54% de las personas interrogadas tenían la impresión de pasar menos tiempo con sus prójimos, a raíz de las nuevas tecnologías. La cifra pasó a 71% en 2012.

"Desintoxicación digital"

Las empresas empiezan a tener en cuenta esa saturación, en particular en el sector turístico, y ya hay hoteles que piensan en la "desintoxicación digital".

El hotel Westin de Dublín permite a sus clientes dejar sus celulares y tabletas en la recepción y les propone a cambio un "equipo de desintoxicación" que incluye un juego de mesa tradicional y material para plantar un árbol. Pero todo ello tiene un precio: 175 euros por noche.

Otra iniciativa empresarial antidependencia: la firma norteamericana Digital Detox organiza retiros sin internet en lugares aislados de Estados Unidos o en países lejanos, como Camboya.

"Se trata de marketing", estima Thierry Crouzet, un bloguero que se desconectó voluntariamente durante seis meses. "Hay montones de lugares tranquilos. Nadie necesita contratar una gira turística en el Polo Norte", precisa.

Crouzet, periodista de 49 años, contó su experiencia en su libro titulado "Desenchufé", después de haber sufrido un "burn-out" digital a causa de una dependencia que hacía que pasara las noches pendiente de las pantallas.

"Tengo muchos amigos blogueros que bajan el ritmo. Todos nos vamos dando cuenta de que la tecnología no nos nutre", agrega.

En el mundo del trabajo, las empresas toman precauciones para que sus empleados no pasen las 24 horas del día conectados a la red.

Por ejemplo, el fabricante de automóviles alemán Volkswagen decidió no enviar mails a su personal entre las seis y cuarto de la tarde y las siete de la mañana.

Y para los que no pueden resistir al llamado de las redes sociales, el portal anti-social.cc propone un programa que bloquea el acceso a determinadas conexiones.

Las curas de desintoxicación de internet empiezan a abundar en Estados Unidos, entre ellas reSTART, que se presenta como la primera oferta de programa de retiro de internet en el país.

En su portal, la firma indica que la mayoría de las personas tratadas tienen entre 18 y 28 años y han tenido problemas en sus estudios a raíz de la conexión permanente. Otros tienen dificultades para establecer relaciones sociales en la vida real.

"Yo no utilizaría la palabra adicción. No es la misma dependencia que la droga y la gente puede librarse de ella más fácilmente", concluye Oudghiri.

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