06 marzo 2011

Otros ojos para el Tupak Katari

Una de las características de nuestros tiempos que ha marcado a las últimas generaciones y las ha diferenciado claramente de las anteriores es la velocidad de los cambios en nuestras vidas. Nuestros padres han llevado existencias muy distintas de las nuestras y las de nuestros hijos son a su vez también muy distintas de ambas. En fin, los tiempos están cambiando cada vez con mayor rapidez.

El motor de estos cambios ha sido la tecnología, el avance de la ciencia y sus aplicaciones prácticas, a través de productos casi mágicos que se han puesto al alcance de la mayoría de la población y que han sido la causa directa del cambio de los tiempos y de las vidas.

Hoy damos por descontada a la televisión, los celulares y el Internet; nos hemos apropiado tanto de estas tecnologías y las hemos incorporado tan profundamente en nuestras vidas que ya no nos imaginamos un mundo sin ellas. Más allá de que son cosas que llegaron para quedarse, han traído consigo tantos beneficios que gracias a ellos nos ha tocado vivir tiempos significativamente mejores que los de anteriores generaciones.

La telefonía móvil ha cambiado nuestra manera de hacer muchas cosas, ha mejorado nuestras capacidades económicas y productivas y ha enriquecido nuestra vida social y familiar.

En cuanto al Internet, para la minoría que hasta hoy hemos podido acceder a él, ha puesto en nuestras manos el saber universal, la memoria de la humanidad, el mayor volumen de información del que jamás había dispuesto el ser humano en la historia. El impacto de este acontecimiento ha transformado total y definitivamente al mundo, ha dado lugar a incontables cambios tanto en las sociedades y en las economías de las naciones como en las vidas personales de los seres humanos; en su manera de relacionarse con su ambiente, con sus semejantes; en su modo de ver el mundo, en el de trabajar, en el de hacer casi todas las cosas, en fin, en el modo de vivir.

Si mañana despertáramos en un mundo sin televisión, celulares o Internet, veríamos nuestras vidas empobrecidas, tendríamos menos ingresos, menos posibilidades de entretenimiento, estaríamos más lejos unos de otros, seríamos ignorantes de muchas cosas; en fin, la calidad de nuestra existencia sería mucho menor.

Pues bien, según datos del INE, dos tercios de los bolivianos viven en áreas rurales donde no se cuenta con los servicios de telecomunicaciones de los que se beneficia la gente de las ciudades; viven al margen de nuestros tiempos, anclados en el pasado, con una calidad de vida muy inferior a la nuestra y con muy pocas oportunidades de que todo eso pueda cambiar al menos a corto plazo.

Los niños de las áreas rurales se educan sin el aporte de la televisión ni el Internet, se forman como se formaban los que vivían en las ciudades hace al menos tres generaciones; en esas condiciones finalizan su formación con un déficit de conocimientos y destrezas tan grande en relación a sus pares urbanos, que se encuentran en una desventaja casi insuperable para competir con ellos en el mercado laboral o por el acceso a los centros de educación superior. Las condiciones de su formación los condenan a acceder a los trabajos peor remunerados, prolongando las diferencias socioeconómicas que soportaron sus padres por una generación más.

Quizá por todo esto, la Asamblea Constituyente ha resuelto incorporar en nuestra constitución el derecho fundamental de acceso a las telecomunicaciones; todos los bolivianos tenemos derecho a ellas, como a los otros servicios básicos, allí donde vivamos en cualquier punto del territorio nacional. Más aún, uno de los deberes del Estado es el garantizar a los ciudadanos el ejercicio de este derecho, como el de todos los demás.

El problema y la solución

El dar a los bolivianos que habitan en el área rural el acceso a los servicios de telecomunicaciones no es una tarea fácil. El territorio del Estado es extenso y el escaso desarrollo de la economía en el ámbito rural ha dado lugar a que la población se dedique fundamentalmente a actividades agrícolas en pequeña y mediana escala, lo que ha hecho que los asentamientos humanos estén muy dispersos en grandes extensiones de tierra. En esas condiciones, resulta demasiado caro el establecimiento de redes de telecomunicaciones terrestres que lleven los servicios a esa población dispersa. Afortunadamente la tecnología satelital tiene la virtud de alcanzar con un solo satélite a todo el territorio nacional; en cualquier punto del área de cobertura pueden recibirse los servicios con estaciones terminales relativamente sencillas y económicas que requieren además de poca energía eléctrica para funcionar. Estos equipos pueden alimentarse con paneles solares u otro tipo de fuentes alternativas de energía que pueden a su vez instalarse en cualquier lugar con un mínimo de requerimientos.

La única solución capaz de llevar los servicios de telecomunicaciones a los poblados rurales más remotos, en un plazo y a un costo razonable, es el uso de un satélite de telecomunicaciones y sus correspondientes equipos terminales

Los beneficios adicionales

Pero como todo en la vida, nada es tan independiente ni tan simple. Vivimos en un mundo de múltiples interrelaciones, donde cualquier evento influye en los demás y se hace parte de un proceso mayor, el que en definitiva sigue el curso de la historia.

La predicción del futuro ha sido una de las mayores ambiciones humanas, y en ese contexto nadie puede detallar todos efectos que tendrá el satélite en nuestra sociedad, sin duda le cambiará la vida a mucha gente, pero sin duda también traerá beneficios que hoy no somos capaces de advertir.

A continuación enumeramos algunos efectos que con seguridad sentiremos a la puesta en servicio de nuestro satélite.
La infraestructura de telecomunicaciones del país se fortalecerá significativamente y se extenderá a todo el territorio patrio con independencia y con soberanía.

Como las carreteras, las telecomunicaciones llevan el progreso y el mejoramiento de la actividad económica y de la calidad de vida allí donde llegan. El satélite provocará estos efectos en todo el territorio nacional, pero fundamentalmente en las áreas rurales, que son las económicamente más deprimidas.

Gracias a esta infraestructura, la actividad económica de las empresas tanto públicas como privadas se facilitará en todo el territorio nacional.

La calidad de los servicios de educación y de salud mejorará significativamente en el área rural saldando una deuda social existente casi desde siempre e incorporando a la vida nacional a un tercio de los bolivianos.

Ya no abandonaremos a una generación más de bolivianos que habitan en el área rural, en las condiciones de inequidad y marginalidad en las que han vivido las anteriores.

Tendremos un país mejor comunicado y en consecuencia más unido y con mayor capacidad de ejercer su soberanía en todos los puntos de su territorio.

En lugar de mantener fuentes de trabajo para extranjeros en los países ricos, iniciaremos nuestra industria espacial dando trabajo de calidad a bolivianos en un área de alta tecnología y especialización. Nacionalizaremos un sector de la economía que incrementará la riqueza del país.

Generaremos las bases para el crecimiento de la actividad económica de otras industrias relacionadas en el país, tales como la industria de telecomunicaciones, la del desarrollo de software, la de teleeducación y la de telesalud por citar sólo las principales.

Y, finalmente, la venta de los servicios del satélite a los usuarios privados y estatales, en Bolivia y en el exterior, no sólo cubrirá los costos de operación, sino que también pagará el crédito contraído para financiarlo y el aporte propio, dejando además una pequeña utilidad para los bolivianos. La tasa interna de retorno del proyecto es del 13 por ciento.

Conclusiones

La oposición al programa satelital Tupak Katari sólo puede estar fundada en intencionalidades extrañas al tema, o en una suspicacia excesiva aliada al desconocimiento y la desinformación.

Se trata de un proyecto financiado que no usará recursos que pudiesen haber sido destinados a cubrir otras necesidades de la sociedad y que en el transcurso de su vida útil cubrirá todos sus costos generando, además, una pequeña utilidad para el Estado, es un negocio rentable. Dotará al país de una autopista de información hacia cualquier punto del territorio enriqueciendo su infraestructura y contribuyendo al desarrollo de la economía.

Integrará a la vida nacional y a la comunidad global a un tercio de los bolivianos que están marginados y en situación de desventaja frente a los demás bolivianos y a los ciudadanos de otros países, permitiéndoles el ejercicio de sus derechos.
Iniciará el desarrollo de la industria espacial en el país y estimulará el desarrollo de las industrias relacionadas, generando empleo y riqueza para los bolivianos.

Nuestra economía está creciendo, su desarrollo sostenido requiere un “upgrade” de la infraestructura del país. Si en el pasado nuestras carencias representaban un obstáculo para vencer en el camino del desarrollo, las nuevas obras en transportes y telecomunicaciones proporcionarán elementos que allanen el avance. Es con esos ojos que debemos ver al satélite Tupak Katari, quizá pudo haber sido una obra faraónica para la Bolivia de antes, pero será una valiosa herramienta de desarrollo en el nuevo país que estamos construyendo.

*Director Ejecutivo de la Agencia Boliviana Espacialtu

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