01 febrero 2016

Nuevas tecnologías, adicción, sedentarismo y aislamiento social

Para bien o para mal la tecnología ha invadido a la sociedad actual configurando nuevas realidades que motivan preocupación por los posibles efectos de su uso indiscriminado en las generaciones venideras pero que también muestran claramente que es imposible ir hacia atrás.
Hoy es muy difícil prescindir del uso de la tecnología cuando de trabajo se trata, e incluso, quienes inicialmente se mostraron reacios a utilizar dispositivos modernos como los teléfonos inteligentes, tabletas y otros, han sido absorbidos por las posibilidades que representan estos aparatos a la hora de comunicarse y resolver problemas laborales.
Pero como todo aquello que tiene la cualidad de fascinar al ser humano tiene sus ventajas y desventajas que deben ser comprendidas y difundidas para poder hacer de la tecnología una aliada y no la responsable de nuevos males sociales.
Uno de los principales problemas es que las nuevas tecnologías han motivado el surgimiento de nuevas adicciones como la de los niños y jóvenes que han sucumbido a la fascinación de los juegos en red o que han sustituido a los juguetes y a los amigos por una computadora o el teléfono celular.
Basta entrar a los locales en los que durante todo el día y hasta por la noche los niños y adolescentes se congregan para jugar en red en estos lugares.
Algunos entran a jugar con permiso de los padres, otros a escondidas de ellos y algunos incluso faltan a clases para poder ir a jugar. Gastan su dinero de 50 en 50 centavos y poco a poco van perdiendo interés por el mundo de afuera.
También se observa esta realidad al observar a los grupos de jóvenes, o incluso adultos que no logran ignorar su celular mientras se encuentran reunidos y conversando. Están más pendientes de los mensajes que les llegan, revisando el Facebook o cualquiera de las redes sociales que atendiendo a su interlocutor.
Estamos hablando de la adicción que se va apoderando de las personas sin que lo noten y con síntomas de dependencia muy parecidos a los de una droga, porque la gente “piensa” que no puede vivir sin su celular o que les hace falta algo, lo que les ocasiona que estén más acelerados, de mal humor y tengan una urgencia por estar “comunicados”.
“A mí me pasa que cuando se me acaba la batería del celular en la calle me pongo nerviosa, -comenta Carola V. una joven de 28 años que trabaja en una oficina de abogados- siento que me falta algo y no estoy tranquila hasta que llego a mi casa o la oficina y puedo enchufar el celular”.
Aunque Carola no percibe esto como signo de adicción, si reconoce que se genera en ella una inquietud, no porque espere un llamado o un mensaje importante, sino que se ha acostumbrado tanto a revisar su celular que le parece extraño no hacerlo. “Es como si me faltara algo”, confiesa.
Algunas posibles causas de la adicción a los celulares inteligentes tienen que ver con la necesidad de seguridad y aceptación ya que a través de este aparato es más fácil ser aceptado y formar redes de amigos, quizá porque podemos ocultar nuestra imagen real o llenar un vacío en nuestras vidas.
Cuando se habla de adicciones necesariamente se llega al tema de la responsabilidad y madurez que se debe tener para que un avance tecnológico positivo no se convierta en una mal social.
“La tecnología tiene aspectos positivos, como por ejemplo en la enseñanza, ya que facilita el trabajo con niños con discapacidades, con problemas auditivos u otras dificultades”, reflexiona la psicóloga Bertha Delgado, para quien el problema está en que le hemos ido dando un mal uso a la tecnología.
En el caso de los niños, explica que conoce casos en los que los pequeños han generado una dependencia tal de los aparatos que si se los quitan arman berrinches que obligan a sus padres a retroceder y finalmente hacer la voluntad del niño con tal de mantenerlo tranquilo.
Aquí estamos frente a una realidad con la que se pueden identificar muchos padres ya que en el mundo actual donde ambos padres trabajan y la crianza de los niños se encarga a otras personas, los dispositivos son utilizados por niños y adolescentes como una forma de pasar el tiempo y calmar la ausencia, según explica la psicóloga Alma Luz Forte.
Una situación muy común hoy en día, describe, se produce cuando los padres utilizan el teléfono celular o la tableta para distraer a sus hijos en situaciones como cuando se debe esperar el turno en un banco, en el consultorio del médico u otras situaciones en las que buscan no ser molestados por los niños, lo cual lleva a una crisis de la autoridad paterna y falta de reglas que han cambiado la forma de educar a los hijos.
“No es malo que los chicos usen la tecnología porque son chicos que han nacido en esta era tecnológica, pero los padres utilizan la tecnología como una forma de castigo casi única y eso está obstaculizando las formas en que los padres conciben la educación”.
Hoy, según algunos estudios, “los adolescentes están hasta 13 horas conectados al aparato, y más en la noche, antes de dormirse y eso genera privación del sueño y otros problemas”, agrega.
Además explica que los niños de hoy están migrando de la televisión a otros aparatos tecnológicos como la computadora, la tableta o el celular, lo cual está motivando que los niños interactúen menos con otras personas por lo que a la larga tendrán dificultades para establecer sus relaciones sociales.
Paradójicamente, la gama de posibilidades de relacionamiento social que nos ofrecen hoy las nuevas tecnologías con el surgimiento de la internet y las redes sociales ha llevado a que si bien podemos ampliar nuestro radio de acción en cuanto a amistades, por otra parte vamos alejándonos de la posibilidad de la interactuar frente a frente porque esa interacción en la distancia parece más atractiva.
“Es mala si se convierte en una obsesión ya que por ella se empobrecen los intercambios comunicacionales cara a cara. Cuando esto sucede, se crea un tipo de comunicación que es paradójica porque crea la ilusión de estar hipercomunicado cuando en realidad se está aislado”, comenta Bertha Delgado.
El que los avances tecnológicos tengan aspectos positivos y negativos nos lleva siempre a la importancia de que haya una buena formación y orientación a la hora de servirnos de ellos, los cual es mucho más probable entre personas adultas y debe ser obligatorio cuando se trata de los padres de familia o maestros, ya que ellos son los encargados de orientar a los niños y jóvenes.
“Cuando es bien utilizada, nos da muchas posibilidades, - detalla Forte- como la rapidez en la construcción del conocimiento al tener acceso a cualquier información a través de Google, sin embargo el problema surge cuando le damos un uso equivocado. El conocimiento es una construcción social a partir de la interacción y estamos perdiendo nuestra capacidad de interactuar”.
Al tratarse de un problema que afecta la capacidad de socializar de los niños y jóvenes, e incluso de los adultos, la edad a la que se pone al niño frente a un celular, tableta o computador es determinante.
Se le atribuye a los nuevos aparatos audiovisuales problemas como el déficit de atención, la hiperactividad y los consecuentes problemas de conducta y aprendizaje que pueden estar asociados a estos trastornos del desarrollo.
“Recuerdo cuando apareció el cable, hacíamos zapping y no veíamos nada completo, hoy eso igual pasa con las nuevas tecnologías que nos hacen perder en la narratividad en como contamos nuestra vida, como la vivimos”, comenta Alma Luz Forte refiriéndose a un aspecto muy conocido por los padres cuyos hijos encienden la televisión, el computador, pero no ven ningún programa completo, se aburren rápidamente y lo dejan a medias pero pueden estar horas y horas jugando con el celular o inmersos en conversaciones insustanciales por las redes sociales.
A esto se suman problemas de salud como el sedentarismo, los casos de obesidad infantil e incluso problemas de postura, dolor de espalda, articulaciones, dedos, que son patologías que van cobrando notoriedad y que se atribuyen al uso continuado y prolongado de los celulares.
Es por ello que, antes de comprar un teléfono inteligente a un niño es bueno hacerse la siguiente pregunta: ¿de verdad lo necesita? Y evaluar la posibilidad de retrasar la adquisición.
Hoy, la presión más fuerte proviene del hecho de que la mayoría de los padres compran a sus hijos celulares a muy temprana edad con la excusa de que es necesario mantenerse comunicados.
“Incluso muchos chicos llevan el celular al colegio como si no hubiera otros medios en el colegio para comunicarse si es necesario”, comenta Forte.
En el caso de que los jóvenes salgan a algún lugar de diversión, los padres pueden sentirse más tranquilos si tienen un celular con el cual comunicarse pero esto no funciona si el joven apaga el teléfono celular o simplemente se niega a contestar las llamadas, como sucede muy frecuentemente.
Con todos sus pros y contras, en mayor o menor medida los nuevos dispositivos de comunicación se han ido introduciendo y empoderando en la vida del individuo actual, por lo que para muchos es impensable la vida sin celular.
Si el celular falta, el individuo se angustia como si estuviera ante la presencia de un determinado peligro, como si al no tener celular se quedara aislado del mundo. Esto provoca un estado de desamparo que solo se reduce si alguien le manda un mensaje para sentirse contenido. El contacto, aunque sea virtual tiene un poder de alivio muy grande.
Si una persona, no importa si es niño o adulto, mujer o varón, reconoce en si algunos síntomas de adicción a su celular, estamos frente a un mal uso de la tecnología que debe ser analizado para revertir esta situación.

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