15 febrero 2015

Los pioneros anónimos de la era de la información

Si el éxito financiero fuera la única medida de la genialidad en los negocios, la era de la computación podría reclamar su buena parte de las grandes figuras de la historia de los negocios. Teniendo en cuenta sólo el tamaño de sus fortunas personales, sería difícil negar a aquellos como Bill Gates (Microsoft), Larry Ellison (Oracle), Mark Zuckerberg (Facebook) y Sergey Brin y Larry Page (Google) un lugar junto a personas de una época anterior como John D. Rockefeller y otros de su familia o Andrew Carnegie.
Y pocos tuvieron un éxito tan espectacular en definir nuevos mercados masivos como Steve Jobs de Apple, cuya secuencia de éxitos desde la Mac hasta el iPad ayudaron a formar la experiencia de la computación desde hace más de 30 años. Sin embargo, el dinero por sí solo no cuenta toda la historia.
¿Olfato para los negocios?
La naturaleza de "el ganador se lo lleva todo” de muchos mercados de tecnología incrementó las ganancias descomunales, aumentando los rendimientos para aquellos que son inteligentes y suficientemente afortunados como para subirse en la primera ola de cada nueva era de la tecnología. E incluso los ganadores finales no siempre demostraron ser poseedores del mejor sentido para los negocios: Bill Gates no creía que se podía ganar buen dinero en la venta de sistemas operativos hasta que su socio Paul Allen lo convenció de cobrar por el software, en lugar de regalarlo.
En particular, el catálogo de los ricos del mundo de la tecnología no tiene en cuenta el gran impacto de figuras cuyas ideas moldearon los mercados de tecnología actuales e hicieron posibles los avances posteriores, incluso aunque ellos mismos no se beneficiaran personalmente en la misma medida.

Algunos fueron visionarios que anticiparon cómo las tecnologías rudimentarias llegarían a transformar grandes áreas de los negocios y la sociedad. Otros construyeron importantes compañías que sentaron las bases de las enormes fortunas que les siguieron.
Genialidad visionaria
En cuanto a genialidad visionaria, es difícil superar a Douglas Engelbart, el científico del Instituto de Investigación de Stanford (SRI), quien soñó con hacer de la computación algo personal.
Por lo general, el desarrollo de la tecnología es un asunto gradual, ya que los investigadores se basan en los logros de los demás para llegar a un producto final. Pero en el caso de la computación personal, Englebart tenía todo planeado, casi 15 años antes de que la primera PC saliera al mercado.
A Englebart se le conoce principalmente por inventar el ratón de la computadora, pero fue su visión de cómo podrían combinarse los elementos del hardware, software y servicios en línea lo que proporcionó el primer modelo de cómo funcionaría el mundo altamente interconectado de la computación personal de la actualidad.
Ya en una demostración en San Francisco en 1968, encabezó un equipo del SRI que mostró una visión del futuro: no sólo utilizando un ratón para manipular ventanas y texto en una pantalla, sino también una red para colaborar y realizar videoconferencias con personas en otro sitio y demostrando cómo el hipertexto podía hacer más sencillo destapar información.
Fueron necesarios una serie de avances técnicos en el centro de investigación de Xerox en Silicon Valley, así como el genio creador de Jobs y el empeño comercial de Gates, para llevar la computación personal a un mercado masivo. Pero fue Englebart quien ya había demostrado que era posible.
Por su parte, la era de la PC –junto con mucho de lo que vino posteriormente – se basó en un motor de tecnología subyacente más que ninguna otra: el crecimiento exponencial de la potencia de procesamiento que se produce al poner cada vez más transistores en un chip de silicio.
Cultura Silicon Valley
Robert Noyce, quien jugó un papel clave en tres compañías pioneras en la fabricación de chips, hizo más que nadie para hacerlo realidad, así como para construir la cultura del Silicon Valley de hoy en día.
Cofundador y primer presidente ejecutivo de Intel, Noyce fue eclipsado por otros en la historia de la fabricación de chips. Entre ellos se incluyen personas tales como su cofundador de Intel, Gordon Moore, cuyo nombre está consagrado en la "ley de Moore” que predice la tasa de aumento de la eficiencia de los chips, y el intrépido Andy Grove, posterior presidente ejecutivo de Intel, que llevó a la compañía de fabricar chips de memoria a dominar la industria de los microprocesadores a escala mundial.
Mala suerte
También Noyce tuvo mala suerte al salir perdiendo ante el científico de Texas Instruments, Jack Kilby, quien fue el primero en desarrollar un diseño de circuito integrado pocos meses antes de que Noyce logre su propio avance de forma independiente. Kilby llegó a ganar el Premio Nobel de física –aunque a Noyce se le dio crédito posteriormente por sus avances en el campo-.
Pero, fue Noyce quien convirtió los logros de Intel en un negocio con éxito mundial. Después de trabajar en Shockley, la primera compañía de chips de silicio en Silicon Valley, fue director ejecutivo de la escindida Fairchild Semiconductor antes de fundar Intel. Fue durante su supervisión que Intel desarrolló un nuevo estilo de gestión empresarial que ayudó a moldear Silicon Valley, renunciando a las características tradicionales de la jerarquía corporativa a favor de un igualitarismo e informalidad.
Figuras como Englebart y Noyce nunca disfrutaron de la misma popularidad que los multimillonarios del mundo tecnológico. Pero ellos, y muchos otros, aún tienen el sólido derecho a ser considerados verdaderos pioneros de la era de la información.
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En cuanto a genialidad visionaria, es difícil superar a Douglas Engelbart, quien soñó con hacer de la computación algo personal.

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