28 diciembre 2016

'Procrastinadores' (en red) vs 'exconectados'



Se dice que las personas creativas no suelen procrastinar. Pero, ¿qué es esto? A la acción de posponer actividades que deben atenderse (obligaciones), sustituyéndolas por otras más agradables, se la conoce como procrastinar. 'Procrastinar' ya no solo significa diferir o aplazar, también es igual a 'holgazanear'. Y el que holgazanea, o procrastina en la actualidad, generalmente, vuelca su atención a la tecnología, en las redes sociales.

Por otro lado están los 'exconectados', un relativamente nuevo conjunto de personas que han decidido “apagar” sus celulares inteligentes. Más o menos como si fueran en contra de la corriente, no tienen cuenta en Facebook, Twitter o Instagram y, así, prescinden de cualquier moda en redes sociales.

Aunque, dentro de esta “especie posmoderna”, hay un subgrupo de gente que no se sale de internet completamente sino que permanece dentro poco, solo lo necesario.

“Perder el tiempo”

Eva Carnero Chamón, al escribir para El País de Madrid sobre la costumbre de aplazar tareas, habla de “una conducta más propia de nuestra sociedad que la de nuestros padres o abuelos, porque el no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy quedó fuera de combate definitivamente cuando aparecieron las nuevas tentaciones tecnológicas”.

Ella cita a Manuel Armayones, profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), quien apela a nuestra condición de seres humanos (imperfectos) para aclarar que el procrastinador sui generis no es aquel que de forma ocasional retrasa una obligación o tarea.

“No somos máquinas y no siempre tenemos la energía y capacidad al 100%”, dice Armayones.

La psicóloga en PROPIUM – Cochabamba Isabel La Fuente, doctora en Psicología Social (UCM- España) y magíster en Psicología Social Comunitaria (EPUC- Chile), opina para ECOS en el mismo sentido: “la mente no es una computadora, tiene picks de atención y producción. La naturaleza humana no puede ser productiva el 100% de las ocho horas (casi siempre más) diarias de trabajo. Necesita descansar de tanto en tanto y tomarse descansos y abstraerse del trabajo mismo un poco para poder ser productiva”.

Por eso algunas empresas están optando por los horarios flexibles, por poner gimnasios, salas de juegos y otros, justamente para evitar la sobrecarga atencional de sus trabajadores. Aunque —aclara La Fuente— todavía no se cuenta con datos del resultado de esas nuevas prácticas empresariales a nivel objetivo.

“En un mundo donde te exigen que estés sentado en una oficina entre ocho y 12 horas sin moverte, muchas veces sin interacción con otros, la opción clara es el acceso a la procrastinación en Red. Ahora bien, también es cierto, y hay que considerarlo, que las redes sociales nos han abierto espacios a un mundo (globalizado, de conexiones, interacciones y de información) al que antes no teníamos acceso. Entonces a nuestro ya de por sí mundo laboral saturado, le aumentamos la opción infinita de acceso a personas e información en cualquier parte del mundo, y por supuesto eso aumenta las posibilidades de distraernos y procrastinar. Pero no es que vuelva irresponsable o inseguro a alguien que no lo era, sino que potencia al que ya de por sí lo hace, con o sin internet”, apunta la psicóloga La Fuente.

¿Ganar tiempo?

En el otro lado de la balanza están los que salen en busca del tiempo perdido. Porque creen que dedicar largos minutos u horas a las redes sociales o a internet representa eso mismo: perder el tiempo, o desaprovecharlo en asuntos improductivos.

Para el surgimiento de este grupo también incide otro fenómeno de la modernidad: la 'infoxicación' (algunos hablan de 'infobesidad'). En ambos casos, se refiere al exceso de información, al punto de sobrepasar los límites de lo saludable.

Así, de pronto aparecen los exconectados. Personas que no necesariamente abandonan la red internet, pero sí navegan por ella de manera selectiva.

Un “exconectado”

“Llamé a mis amigos de Madrid para avisarles y fue agradable volver a oír su voz, con algunos hacía más de un año que no hablaba”. Es la voz de un exconectado. No, él no es un señor mayor, sino un treintañero, doctor en Filosofía por la Universitat Autònoma de Barcelona y por la École Normale Superior de París. Enric Puig Punyet es autor de “La gran adicción. ¿Cómo sobrevivir a internet y no aislarse del mundo?” (editorial Arpa), un libro en el que bucea en historias personales de nativos digitales y urbanitas que tras más de quince años “conectados” decidieron desandar el camino.

Puig Punyet asegura que no es ningún tecnófobo. Es más, cree que internet “es absolutamente necesaria” y que si bien no la ha abandonado, sí aclara que dejó de lado el internet que no le gusta. Ya no está en redes sociales, cambió su teléfono inteligente por un celular “tonto” y limita su uso al email y consultas conscientes y puntuales, según se puede leer en el periódico La Vanguardia de España.

¿Y la (nueva) vida social?

La misma web menciona que a él le persiguen, de manera obsesiva, preguntas tales como: ¿Qué futuro depara a quien no ve otra salida que desconectarse completamente de la Red para llevar la vida que quiere? ¿Es posible hacerlo sin que tu vida social se desmorone y acabes siendo un paria?

Kaya, una de las personas que se cruzó en su camino mientras investigaba, encontró un paralelismo con las fiestas de su oficina, donde reinaba lo que los españoles llaman “el postureo”. La psicóloga La Fuente aclara que esto significa “crearse una imagen para el otro”; para el caso de Facebook o Instagram, dice que son “herramientas del ‘mostrar’”, donde el objetivo es mostrarse al otro, por eso se llaman “redes sociales”.

En esas fiestas, según Kaya, los asistentes nunca lograban relajarse y disfrutar porque debían estar siempre perfectos. “En las fotos de Facebook repetimos hasta la saciedad las mismas poses, los mismos guiños. Porque está todo estudiado, porque forma parte de nuestra imagen de marca personal. Y porque estamos siempre al tanto del fotógrafo accidental, siempre al acecho con su teléfono móvil y dispuesto a subirlo todo de inmediato a la Red”.

Por eso mismo surgieron (y son cada vez más) los “exconectados”. Y por la cuestión del tiempo…

El dilema del tiempo…

La psicóloga La Fuente remarca a ECOS que “el hecho de tener o no tener un smartphone puede ayudarnos a optimizar y gestionar mejor nuestro tiempo; es posible, porque nos quita posibilidades de distracción y permite una mayor posibilidad de entregarse al aquí y al ahora. Pero, esa es una decisión personal. Tú decides si detenerte a contemplar el paisaje o sacarle una foto y subirla a las redes; eso depende de ti, no de tener o no tener un smartphone. Porque siempre está la posibilidad de apagarlo.

El problema surge cuando la posibilidad de uso se convierte en adicción y en conducta patológica, y ya ahí estamos hablando de otros temas”.

Por último, “no es un tema de que la tecnología sea mala o buena, se trata de que quien accede a ella, la use de forma adecuada o no. Entonces, más allá de ponernos en una posición mesiánica de prohibir y satanizar las redes y la tecnología, creo que lo importante es educar a las personas en su uso, pero también en cambiar un poco este sistema inmediatista que nos configura a trabajar y rendir como si fuéramos hechos en serie”. •


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