01 julio 2012

Robótica: La imaginación con alas mecánicas

En 1934, un modesto maestro carpintero y ebanista llamado Ole Kirk Christiansen, nacido en una remota aldea danesa, dejó la fábrica en la que siempre había trabajado para independizarse.

En pocos años y prácticamente sin proponérselo, este hombre poco notorio revolucionó el mundo de los juguetes. Creó los famosos ladrillos Lego e hizo que los niños dieran rienda suelta a la imaginación para construir castillos, fortalezas, aviones, carros o lo que su fantasía se propusiera crear. Entonces, sus ladrillos de juguete eran apenas unos cubos rectangulares de madera.

La pequeña fábrica de Cristiansen se quemó en 1944, pero él volvió a empezar de cero como si nada hubiese pasado y, esta vez, introdujo piezas de plástico a su stock de ladrillos Lego, palabra que viene de la frase danesa Leg Godt, que significa “Juega bien”. A fines del siglos XX, sus ladrillos de colores habían llegado a los sitios más lejanos del planeta para estimular las capacidades intelectuales y habilidades manuales de los niños de todo el mundo.

Lego cambió el mundo de los juegos infantiles y poco a poco la fábrica fue sofisticando sus productos. No hay nada que no se pueda crear a partir de las piezas que ideó Christiansen. Hoy, con estos ladrillos y piezas de plástico no sólo se construyen carros, castillos o muñecos, sino verdaderos robots. Los niños y jóvenes arman un robot y lo programan para que realice movimientos establecidos. Los robots Lego poseen funciones predeterminadas, pero los niños también tienen la libertad de diseñar e imaginar nuevos robots de formas nuevas, funciones y movimientos propios.

Un centro de robótica

Los robots de Lego se están convirtiendo en una herramienta para la educación y el desarrollo de niños y jóvenes. Con la idea de apoyar y complementar la educación que los niños y jóvenes reciben en el colegio, en 2010 se creó el Centro Boliviano de Robótica Educativa.

En un principio, este centro empezó con talleres recreativos, pero el entusiasmo de los pequeños fue tal que ahora se habilitaron cursos regulares e intensivos para niños a partir de los siete años.

Quien dicta las clases es el ingeniero en sistemas y director del centro, Renán Trujillo, quien además tiene más de 20 años de experiencia en la docencia tanto escolar como universitaria. Cuando Miradas visitó el establecimiento, Trujillo se encontraba en plena clase. Conversa amigablemente con sus alumnos mientras ellos acoplan las piezas de colores para armar un robot especial, un robot llamado Castor Bot.

“Me gusta venir aquí porque puedo armar los robots y hacer que se muevan. En mi casa también puedo armar cosas, pero no puedo lograr que se muevan. Acá los instalo en la computadora y puedo hacer que se muevan solos”, dice Andrés Escóbar, de nueve años, quien asiste al centro desde el año pasado.

En el aula se encuentran también computadoras y una cancha de un material especial en el que los niños prueban el funcionamiento del robot que han programado. Julián Peñaranda tiene 12 años, está en el centro desde hace un mes y medio y está fascinado con los robots. “Me gustan sus artefactos, los sensores de tacto de luz y visión que tiene”, comenta y cuenta que el Castor Bot es un androide de cuatro ruedas que, cuando esté listo, tomará una pelotita y la lanzará a una canasta.

Armar un robot como éstos y lograr no solamente que se mueva, sino que cumpla con tareas específicas -“retos” le llama la gente del centro- no es cosa sencilla. Un robot, según explica Jimena Mena Jiménez, gerente del centro, consta de 480 fichas. “Cada caja viene con un cerebro, tres servomotores y cinco sensores. Los servomotores son los que el alumno tiene que programar para que el robot pueda avanzar y cumplir los retos”, dice Jiménez.

Aprender jugando

Armar estos robots desarrolla un sinnúmero de habilidades en los niños.

“Deben diseñar, realimentar y experimentar información; se crean habilidades manuales, de análisis y de cálculo matemático, aprenden a crear planes de trabajo y desarrollan su capacidad de trabajar en equipo, aprenden a ser ordenados y a organizarse. Todo esto les ayuda y los prepara para su vida futura”, comenta Jiménez. De esta manera el aprendizaje de la robótica se convierte en un apoyo y en un complemento decisivo en lo que se refiere al rendimiento académico.

Pero también se trabajan otros aspectos. Los chicos cometen errores y aprenden de éstos. Si algo les sale mal y su máquina no funciona, deben buscar y encontrar la causa de su fracaso para realizar los cambios pertinentes con el fin de lograr un acierto.

Renán Trujillo inclusive cree que la robótica educativa debería incorporarse al currículo escolar.

“Es un nexo integrador entre casi todas las aéreas de la ciencia: la matemática, la física y las ciencias naturales”, afirma y señala que “la robótica nos permite explorar nuevos mundos y les permite a los niños comprender cómo funcionan las cosas a su alrededor. Ellos todo el tiempo están rodeados de máquinas, parques de diversión, automóviles, cadenas de producción, juguetes a control remoto, electrodomésticos y al comprender cómo funcionan incluso pueden mejorarlos. Además, desde muy niños ya están inmersos en la programación informática. No podemos seguir con las mismas herramientas tradicionales para los procesos de enseñanza y aprendizaje. Tenemos que tomar otros instrumentos”.

Crear sin límites

Pero tal vez lo más importante sea el desarrollo de la imaginación y la creatividad. “No hay límites en la creatividad y en la imaginación humana”, comenta Trujillo y cuenta que, en niveles intermedios, los chicos reciben el modelo y la guía base a partir de los cuales deben modificar las funciones iniciales del robot.

En niveles superiores ya no cuentan con un manual ni guía alguna para armar sus robots. Se les entrega únicamente las piezas sueltas y ellos deben hacer volar su imaginación para armar la forma que ellos deseen. “Han armado molinos, trompos, bicicletas , bates de béisbol, palos de golf y hasta bicicletas”, cuenta. “A veces vienen con ideas que parecen imposibles, locuras, pero se ha visto un robot que incluso subía y bajaba gradas agarrando un huevo”, añade Jimena Mena Jiménez.

Competencia de robótica


El 16 de junio, el Centro Boliviano de Robótica Educativa organizó su tercera competencia que resultó ser un éxito. En este torneo recibió apoyo de Microsoft y ahora el reto es capacitar a profesores rurales en la disciplina para que se pueda instrumentar la robótica en áreas rurales.

También algunas universidades trabajan con los robots de Lego, como la Universidad Católica Boliviana San Pablo y la Univalle.

La Universidad Católica ofrece la carrera de mecatrónica, que es una combinación de la ingeniería mecánica, electrónica y la ingeniería de sistemas. El centro también recibe a bachilleres que se han decidido por la mecatrónica o por alguna otra ingeniería para prepararlos para su carrera universitaria. Los jóvenes que no se han inclinado aún por ninguna carrera universitaria pueden pasar el curso para descubrir si la mecatrónica es una opción para ellos.

El juego con los robots no solamente es para niños y jóvenes. Se trata de una actividad que puede ser disfrutada también por cualquier adulto, ya que la creatividad y la imaginación no tienen edad.

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