01 febrero 2012

Adicta a mi celu

Todo está listo para una noche relajada en casa con una buena peli a punto de comenzar. Paz... mientras dure. Pronto, tu iPhone comienza a vibrar con notificaciones. ¿Será de Twitter, Facebook, e-mail o un mensaje de texto? Chequeas y te enteras lo que tus amigos están haciendo y ¡te lo estás perdiendo! Mientras lees los “updates”, tu mente vuela. Dos de tus amigas saldrán esta noche y tu compañera de trabajo está cenando con su esposo. De repente, el placer del momento desvanece ante la comparación de las cosas que podrías estar haciendo.

Esta situación es emblemática en la era digital; estar en un lugar con la insoportable sensación de que algo más importante ocurre al mismo tiempo en otro sitio. Es un síntoma tan extendido que en inglés ya tiene nombre, FOMO (el acrónimo de Fear of Missing Out, en español: miedo a perdernos algo).

La palabreja refleja lo que ya es una epidemia: el miedo constante a perdernos algo o, por la avalancha de cosas e información, a menudo descuidamos lo que ya tenemos y no apreciamos el momento que vivimos. Este concepto está íntimamente relacionado con las nuevas tecnologías, en especial con el flujo de información de las redes sociales.

FOMO es una mezcla de ansiedad, insuficiencia e irritación que despierta mientras escaneas tu Facebook, Twitter y demás redes sociales. Y es que miles de mensajes, “updates” y fotos nos dan un vistazo “emocionante” a las vidas diarias de nuestros amigos, “frenemies,” compañeros de trabajo, familiares o simplemente conocidos o amigos de tus amigos.

Conectada

¿Has contado cuántas veces al día chequeas tu Smartphone en busca de actualizaciones en las redes sociales? Te sorprenderás! Mujeres y hombres mandamos mensajes de texto mientras manejamos, chequeamos nuestro Facebook mientras cenamos en familia o en plena cita. ¿Por qué? Porque pensamos que algo más interesante o entretenido puede estar sucediendo.

Estamos tan “conectados” con las actualizaciones y lo que hacen y dejan de hacer nuestros “amigos”, que ya no estamos “solos”. Es tal la adicción al consumo de redes sociales que cuando decidimos desconectarnos nos conectamos “una vez más” sólo para asegurarnos de lo que está sucediendo. Considera que las personas en Facebook muestran sólo la parte idealizada de quienes son, pues nadie publica los pormenores de su vida, los problemas económicos ni las tristezas.

Sherry Turkle, profesora en el Massachusetts Institute of Technology y autora de “Alone Together,” dice que la tecnología es omnipresente y tiene el poder de influir en nuestras decisiones, emociones y estados de ánimo. Turkle explica que algunos adolescentes creen que la tecnología es una extensión natural de su vida social y se quedan despiertos esperando la próxima notificación o foto compartida.

El FOMO es un sentimiento verdadero que comienza a invadir nuestras relaciones sociales. La pregunta es, ¿en algún momento estaremos contentos con lo que tenemos, en vez de paralizarnos ante el miedo que nos podemos estar perdiendo algo?

Vidas ajenas

Las redes sociales son positivas; puedes ver fotos de tus seres queridos y saber lo que están haciendo, lo que nos mantiene conectados. Pero también hay un lado oscuro. Mientras escaneamos las fotos y los updates, nace el miedo al rechazo o de haber tomado la decisión incorrecta de cómo pasamos nuestro tiempo, de acuerdo a Dan Ariely, autor de “Predictably Irrational” y profesor de psicología y comportamiento económico en la Universidad de Duke.

“Estamos luchando con el sentimiento interminable de conexión que el Internet nos da y aún tenemos que encontrar como limitar su influencia en nuestra vida”, dice Sherry. Entonces, ¿qué puedes hacer? Separarte de tu Smartphone. Sin embargo, aunque todos lo tratamos, apagar el celular hoy es casi imposible y muchos no estamos listos para ese paso. Lo que sí, limita las veces que chequeas tu Facebook, te harás un favor a ti y a tu salud mental.

Antítesis de Carpe Diem

Aunque su manifestación más contundente se produce en el terreno digital, FOMO puede producirse en cualquier actividad: estás en una fiesta hablando con alguien y te entra la ansiedad: ¡quizá te estás perdiendo otras conversaciones más interesantes! Nunca puedes comprar algo tranquilamente porque puede que encuentres algo mejor, o como cuenta la fábula, “nunca estás contenta con el pez que pescaste porque crees que puedes pescar otro más grande”.

Como señala la terapeuta californiana Ines Freedman, este miedo suele estar ligado al de no ser “lo suficientemente bueno: la vida no es todo lo bueno que debería ser ahora; el trabajo no es suficientemente importante; la persona con la que conversas no es la más relevante”.

Esta actitud mental impide que nos relajemos en el momento, incluso cuando estamos disfrutando. A veces procede del deseo y otras del miedo, como cuando tememos no ser capaces de hacer todo lo que se espera de nosotros si nos relajamos y estamos felices.

“El miedo a estar perdiéndonos algo es tan intenso que incluso cuando hemos decidido desconectarnos, la mente está en otra parte pensando que podría estar pasando algo más interesante”, señala el psicólogo John M. Grohol.

“El error es pensar que si no tuviéramos algo que perder seríamos felices”, dice Freedman. Pero la realidad es esta: nos perderemos cosas. Millones de cosas. Ni siquiera viviendo siete vidas tendríamos tiempo de probarlo todo. Por suerte, no hace falta tener las vidas de un gato para experimentar el tiempo disponible, y finito, con plenitud, pues si estás constantemente preocupado con lo que te pierdes, también te perderás lo que ya tienes. /

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